Anécdotas divertidas de viajes 2 de 2

 

Y es que conocer otras culturas tiene precisamente esa ventaja, que las llegas a ver en su más amplia expresión, como le ocurrió a Miguel. En su primera noche en Escocia decidió salir con los amigos a celebrarlo en un pub de la ciudad. Cuando fue al servicio pudo conocer de primera mano el llamado “secreto escocés”, al ver como un enorme pelirrojo con su típico Kilt o traje escocés, solo tuvo que levantarse la falda con las dos manos para descubrir, que en efecto, no llevaba nada debajo.

Si te gustan los parques temáticos y decides visitar el de Florida, recuerda la anécdota de Vero.

Muerta de calor en mitad de las atracciones, decidió entrar en una galería fotográfica donde el aire acondicionado fue para ella todo un respiro. El punto fue cuando, muy metida en una de las instantáneas, notó una extraña presencia, y segura de que su marido estaba en otra sala, decidió girar la cabeza. Fue entonces cuando un enorme hocico con pelo y orejas gigantes se movían al lado de su cara. Sus gritos todavía hoy retumban en la galería, al igual que las carcajadas del hombre que estaba disfrazado de lobo feroz.

Las situaciones surrealistas y divertidas se repiten a cada instante en cualquier parte del mundo, y están protagonizadas por viajeros ávidos de aventuras y experiencias. Es el caso de la poco comunicativa Isabel, que en su último día en Lima decidió aprovechar al máximo el tiempo y subirse a un autobús para dar una última vuelta.

En el trayecto, un vendedor ambulante de remedios mágicos se acercó a ella para venderle sus productos, pero Isabel, que es muy tímida, se bloqueó ante la insistencia del vendedor y decidió no responder. Tras varios intentos, el pobre hombre entendió que hablaba con una sordomuda, por lo que le comenzó a pedir disculpas. Cuando ya era objeto de atención de todo el autobús, ni corto ni perezoso pidió un sonoro aplauso por la amiga sordomuda y le pidió perdón en público por el mal rato que le había hecho pasar. Las risas y los aplausos de todos hicieron que Isabel no negara su nueva condición. El problema vino cuando un rato después, a nuestra amiga ya se le había olvidado el episodio y le preguntó a un chico por la siguiente parada, a lo que todos los pasajeros se volvieron a mirarla con una cara de muy pocos amigos. Como recomendación deciros que cuando os quieran vender algo respondáis al instante para evitar malentendidos. A Isabel, aunque la anécdota tuvo su momento embarazoso, con un océano de por medio le debe propiciar más de una carcajada contarla aún hoy en día a los amigos.

En definitiva, viajar nos abre la mente de prejuicios, nos amplía horizontes, hace que seamos más tolerantes y seguros de nosotros mismos.

Conocemos otras culturas y formas de vida, y todo esto acompañado de las más divertidas situaciones y anécdotas turísticas, momentos desternillantes y bochornosos que no paramos de contar a nuestro regreso. Vivir es conocer, y para conocer necesitamos viajar.

Y tú ¿quieres descubrir lo divertido que resulta viajar y vivir experiencias únicas?

 

 

 

 

Escapada romántica

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